lunes, 19 de noviembre de 2007

Los actores activistas


Esperanza Silva, Paz Bascuñán, Francisco Melo y Pablo Díaz tienen su bandera de lucha. Una que escapa a los focos de la televisión y que pocos conocen. Son activistas que trabajan todo el año por una causa en la que creen, a la que le dedican parte de su tiempo libre. Protestan por países que atentan contra el medio ambiente, van a las poblaciones o trabajan por la reinserción infantil.

Esperanza Silva, por ejemplo, tiene a su cargo dos entidades: Corporación de Artistas por la Rehabilitación y Reinserción Social y la Fundación Caracol. Ella se interesó en ayudar a personas en riesgo social y drogadictos en proceso de rehabilitación cuando trabajó como voluntariado al interior de las cárceles. "El tema social siempre ha sido fundamental para mí, y tiene que ver con el oficio de actriz y poner el teatro a disposición de la reinserción y rehabilitación de niños y adultos", asegura Silva. Y agrega: "Esto tiene que ver con la formación familiar que uno ha recibido. Mi madre siempre trabajó en distintas instituciones y para mí ha sido algo natural de toda la vida". La actriz y el grupo con el que trabaja realizan obras de teatro testimoniales en comunidades terapéuticas de Santiago.
Con la Fundación Caracol, en tanto, Esperanza Silva asiste a niños que en su mayoría provienen del Sename, a quienes realizan terapias con caballos, llamadas hipoterapias, en una parcela en Curacaví llamada Granja Terapéutica. Allí les realizan paseos a caballos sin montura: a través del contacto con la piel del animal, el niño se relaja y evita la ansiedad, por ejemplo, a la abstitencia por las drogas.

"Este tipo de niños no tiene muchas oportunidades de acercarse a estos animales y con los ejercicios pueden alcanzar grandes logros", asegura Silva. Ella tuvo que prepararse durante cuatro años, realizando cursos para estar apta para realizar esta función. Y explica: "Tengo que ir acompañando al niño o adulto que estoy tratando, y realizamos ejercicios con ellos que duran alrededor de 20 minutos". La actriz y sus dos socias, Jacqueline Roumeau y Margarita Barría, se dedican casi a diario a realizar esta actividad y deben buscar el financiamiento a través de fondos concursables o dineros que les pueden entregar las distintas municipalidades o organizaciones de gobierno.

Otro actor activista es Francisco Melo, quien pertenece a Greenpeace, organización que lucha de manera activa por los derechos ambientales y de los "hermanos menores", que no sólo son niños en situación de riesgo sino también las plantas, animales y todos los que no pueden pelear por sus derechos. El actor de TVN, por ejemplo, ha estado en varias protestas contra los que matan a las ballenas. Es tanta la pasión que participó de la marcha que se hizo a la Embajada de Japón en contra de los barcos que matan a estos animales. "Ahora estoy muy interesado en el seguimiento que se le está realizando a las ballenas, llamado El Gran Camino, donde se les instala unos chips para que las puedan seguir satelitalmente", dice Melo. Y dice que su motivación tiene que ver con su relación con la naturaleza. "Me parece fundamental tener una conciencia a nivel mundial sobre el medio ambiente. La responsabilidad parte de uno, tener duchas más cortas, apagar la luz cuando no la estemos utilizando, cosas mínimas que pueden causar un gran efecto", explica el actor. Y enfatiza en la responsabilidad compartida para proteger el ecosistema: "Tenemos que tomar cartas en el asunto, y siento una responsabilidad de ser proactivo, de pararme frente a la embajada de Japón y generar conciencia".

Abriendo espacios

Paz Bascuñán está vinculada a la corporación Crearte, que trabaja con niños en riesgo social para un mejor desarrollo de su lado artístico. Se interesó en la causa cuando estudiaba teatro en la universidad, y desde entonces realiza talleres en poblaciones de la periferia de Santiago. "Creo en la importancia de abrir espacios de creatividad, sobre todo para niños en situación de riesgo", dice la actriz de TVN. Ella es socia de Crearte, entrega apoyo a quienes hacen realmente un trabajo día a día, acompaña a la corporación en todos sus eventos y ha sido rostro de algunas campañas de la institución. "Mi aporté es tan pequeñito, que el entregar un dinero mensual o participar de vez en cuando en una actividad es lo mínimo que puede hacer una persona con conciencia sobre el mundo en el que vive", afirma la protagonista de la película Normal con Alas.

Otro de los actores que hace tiempo se dedican a colaborar con distintas agrupaciones, pero en especial con el Hogar de Cristo, es el actor y realizador Pablo Díaz, quien desde que estudiaba en el colegio Saint George's comenzó a trabajar en los campamentos de extrema pobreza. "La idea era erradicar estos lugares y motivarlos en el ahorro para una vivienda. Logramos eliminar tres campamentos en tres años", cuenta Díaz, quien tiene una mirada crítica con respecto a la solidaridad. "Creo que si no logramos entregar un buen nivel educacional y sueldos dignos, es muy difícil que podamos superar la desigualdad que existe en Chile y finalmente la solidaridad se convierte en asistencialismo". Y agrega: "Más que ser un voluntario de alguna institución específica, lucho por la justicia social, porque todos tengamos las mismas oportunidades y seamos un país más igualitario". El actor relata una experiencia que le marcó su manera de ver las cosas, cuando aún no cumplía los 18 años: "Me fui a vivir por un mes a una población marginal, pasé frío, me costaba llegar al colegio y también muchas veces tuve hambre. Durante 30 días supe lo que era vivir en las condiciones que viven miles de chilenos". De hecho, cuenta el actor de Vivir con 10 y Machos, aún mantiene contacto con la familia que lo acogió. No somos de llamarnos todos los días, pero hay una cariño inmenso, respeto y gracias a este tipo de experiencias puedo tener una real conciencia social.

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