jueves, 17 de enero de 2008

Santiago a Mil: reponen “Las brutas”, uno de los mejores montajes de 2007


Juan Radrigán retuvo en su cabeza, durante varios años, el recuerdo de un viejo verdulero, que acostumbraba dibujar rostros a sus naranjas. Lo hacía con un plumón resistente para evitar que la humedad, el polvo o alguna otra provocación pudiera desintegrar las señales de sus figuras. Radrigán iba al almacén y observaba. Sin querer, tomaba notas en su cabeza-espía y guardaba pedazos de memoria y ya casi tenía el sustrato de lo que más tarde se convertiría en una obra de teatro: "Las brutas" (que se repone hoy, bajo la magistral dirección de Rodrigo Pérez, como parte de Santiago a Mil, en la sala La Memoria).

Hermanas suicidas

Había una fruta, de entre todas aquellas, que resistía mucho tiempo en su condición de naranja pintada. Radrigán veía cómo su cuerpo de cítrico iba arrugándose cada vez más, constriñéndose, padeciendo los efectos del paso del tiempo, desfigurando su rostro dibujado, convirtiéndose en anciana, inevitablemente. Ésta fue la visión que se impuso en la retina del dramaturgo: lo ineludible de la vejez.

Unos años más tarde, vino el otro estímulo, el histórico, el de Justa, Lucía y Luciana Quispe Cardozo. Radrigán no olvidaba la visión de las frutas. Esta vez reincidía en su conexión con personajes de la periferia. Ahora se trataba del caso de tres hermanas de ascendencia coya, que en 1974 unieron sus cuerpos gastados (inútiles, casi incapaces de levantar una cabra, de trasquilar, de faenar un animal, igual que las naranjas marchitas) para suicidarse juntas. La retirada de las mujeres se produjo como un ritual. Hubo algo de ceremonia sagrada en su acto colectivo; señales de una puesta en escena en esta inmolación: una cuerda trenzada con cautela, una roca con ligero perfil de patíbulo, tres dogales que enlazaban los cuerpos, los animales más queridos, colgando junto a las hermanas del mismo peñón piramidal y una veintena de cabras muertas, desparramadas por la explanada. Hubo también algo de oscuridad en el contexto político en que ocurrió esta tragedia. Eran mujeres que vivían en la precordillera, solas, aisladas, analfabetas.

A partir de este material Juan Radrigán escribió "Las brutas". Y lo hizo poniendo énfasis, una vez más, en la precariedad y en las soluciones extremas. La muerte colectiva como una dignificación. Morir de una vez, suicidarse en colectivo, como una salvación. Porque no hacerlo hubiera sido equivalente a morir, lentamente, como las naranjas descompuestas, con los cuerpos arrugados y vencidos. En la nueva versión de Rodrigo Pérez, (que tuvo el Premio del Círculo de Críticos 2007), las actrices Claudia Di Girólamo, Catalina Saavedra y Amparo Noguera, recogen con arrojo el sentido del texto: la muerte es para Justa, Lucía y Luciana, las brutas de Radrigán, el único soporte, la carta de salvación, el desprecio a la vejez.

Fuente Y Foto : La Nacion

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