jueves, 27 de diciembre de 2007
Francisca Eyzaguirre: La desconocida joya de la familia
Desde muy pequeña, Francisca Eyzaguirre comenzó a ir al teatro La Comedia para ver actuar a su abuela Delfina Guzmán. La niña, eso sí, no se conformaba con mirar y aplaudir desde las butacas. Para los actores de la compañía Ictus era normal, antes o después de las funciones, verla correr feliz arriba del escenario y arrancarse a los camarines para probarse vestuario y maquillaje. Hija del cineasta Joaquín Eyzaguirre (Tres Noches de un Sábado") y de la directora de arte Guadalupe Bornard, Francisca sentía que había nacido para ser actriz. Y que el criarse en una familia de artistas sólo potenciaba una predisposición genética.
Sus padres se separaron cuando ella sólo tenía 3 años y de ahí en adelante dos nuevas personas ligadas al arte se sumaron a su vida: su madrastra durante 13 años ( la actriz Malucha Pinto) y su padrastro, el cineasta Silvio Caiozzi. Ya no sólo veía a su abuela actuar: ahora veía a Malucha en el teatro o en la televisión y desde muy chiquitita, junto a su hermana Javiera, acompañaba a Caiozzi a filmar y sabía que tenía que guardar absoluto silencio cuando él decía "acción".
Nunca hubo dudas: Francisca iba a ser actriz y en el verano de 1998 llegó el gran día. En la PAA sacó "raspando" los 600 puntos que le alcanzaban para dar examen especial en la Universidad de Chile. Pasó el primer día, bien, el segundo, bien otra vez... y al tercero fue eliminada. Adiós -de un minuto a otro- a todo lo que había soñado desde niña. "Me vino la depresión más grande en mi vida. Se me vino el mundo abajo y salí de la escuela a la calle y me pasó a buscar mi mamá, porque no podía parar de llorar. Tenía esa sensación de estar perdida en el mundo, de no saber qué hacer", cuenta. Para pasar la pena, se fue un mes y medio a Europa con su pololo de entonces, y al regreso le aconsejaron entrar a la Escuela de Fernando González. Afortunadamente quedó, pero nuevos fracasos vendrían en su vida. No era tan fácil esto de ser actriz, dice quien tiene un rol protagónico en Casa de Remolienda, la película que dirigió su padre, Joaquín Eyzaguirre. Es algo así como la joya escondida del clan Eyzaguirre, a quien veremos actuar otra vez en cine en Desde el Corazón, la nueva película de Edgardo Viereck.
-Desde fuera, teniendo la familia que tienes, uno podría pensar que las cosas fueron más fáciles para ti.
-Para mí no ha sido así. Primero, porque yo creo que es un error salir del colegio y entrar altiro a la escuela de teatro. Uno debería trabajar algo antes, o estudiar botánica o lo que sea, pero tener un camino recorrido porque es muy fuerte estudiar teatro. Creo que en ese sentido entré muy pollo, aterrorizada. Además, tengo la impresión de que en este país el ser la persona que uno es, desde llamarme Eyzaguiiiirre (lo dice bromeando, como si tuviese una papa en la boca) ya estás determinada por un espacio social y apretada por un espacio cultural de trabajo. Porque, claro, si yo soy la nieta de la Delfina, la hijastra de Silvio, la hija de Joaco, obvio que voy a tener pega, entonces hay una cosa de los demás de mirarte como diciendo "Mmmh. Esta mina lo tiene todo fácil en la vida" y yo no lo sentía así. Mi familia no me ha ayudado en nada en términos profesionales. A lo más habrán visto mi trabajo y alguien les preguntará cómo lo hago y dirán "bien", pero nadie es fan. Cuando yo salí de la escuela, hartos de mis compañeros quedaron en la tele, como Gonzalo Valenzuela, Paola Giannini, Juan Pablo Ogalde y Taira Court. Yo no.
-¿Y fuiste a los castings?
-Sí. Yo fui al casting igual que los demás compañeros y no quedé. Y de ahí hice el intento como dos o tres veces más y dije "sabís que no", no es el momento ni el lugar pa´ mi y na´ poh. Después el Silvio me dice que no soy lo esperpéntica que son los personajes que él necesita en sus películas, que yo me veo más fina o más elegante o más joven o más flaca o alguna güeá, pero no soy lo que él necesita, y tiene toda la razón. Y de hecho trabajé en Casa de Remolienda, pero si mi papá no hubiera necesitado una mujer con mis características no me habría llamado, por muy talentosa que me hubiese encontrado. Él consideró que mi perfil físico daba y que era buena actriz, pero lo que me favoreció es que me conoce, porque en general en Chile pienso que los directores buscan poco. Ven cuatro teleseries y dicen "¿será bueno el que trabaja en tal teleserie?". Y se contestan "ah, sí". Es súper básico el casting.
-¿Y te deprimiste mucho cuando no encontrabas trabajo?
-Sí, mal. Me encontraba fea, tonta. Todo. Pero eso a uno le pasa con las frustraciones y con las increíbles ganas que uno tiene de trabajar en lo que estudió. Después de un rato como que me dí cuenta de que no era mi momento. Fui cachando que las cosas pasan cuando tienen que pasar. Si hubiese entrado a una teleserie quizás yo estaría en otra. Hay un camino de esfuerzo, de recorrido, de empeño. De dolor, de pena y de más frustraciones que es necesario pa´l crecimiento, pa´ la vida.
Francisca egresó el año 2001 de teatro. Ha hecho muy poco arriba de las tablas desde entonces y fue la encargada del casting de Cachimba, de Caiozzi, pero no actuó ahí. El año pasado entró nuevamente a estudiar teatro a la escuela especializada en actores La Memoria, de Alfredo Castro. "Me metí ahí y me volví a encontrar con el placer y ahora me leen los mismos textos pero los entiendo de manera diferente y uno dice "ah, por eso me decía esto (antes)", porque tiene que ver con el recorrido que he hecho, con una cabeza diferente, y por eso creo que las cosas llegan en el momento que tienen que llegar", dice, y agrega: "Y yo también dejé de buscar trabajo. No es que me haya sentado frente a Canal 13 o TVN con una polera que dijera "soy actriz, contrátame". No. En un momento dije "filo, esto no da más y shao, pum y otra cosa", y recordé que hay miles de cosas que un actor puede hacer.
-¿Qué cosas?
-Yo he hecho todo lo que un actor puede hacer en este país: fui vitrina viviente, por ejemplo; garzona, bar woman, hice clases en la cárcel, en colegios, he hecho telefilmes, teatro con niños Down, miles de güeás. Con mi marido vendimos productos italianos, algunos relacionados con teatro y otros no. O sea, he hecho un camino increíble y finalmente me siento más armada, mejor parada conmigo, pero a costa mía. Yo me he ido armando y siento que eso es un valor. Me fui de la casa de mi mamá súper chica, a los 19, y me fui súper ayudada y todo; no vivía en la pellejería. Estaba en un departamento a toda raja, increíble, pero ya no vivía con mis papás y tenía el germen de buscar trabajo, y como estaba en la escuela de teatro no podía hacer otras cosas. No le hacía asco a nada.
-Tú te criaste con Silvio Caiozzi ¿Tienes dos papás entonces?
-Mi papá es mi papá y él cumple ese rol y todo. Pero el Silvio fue estructuralmente un pilar. Es el mejor padrastro que cualquier persona puede tener. No sólo se ocupó de ser la pareja de mi mamá, sino que nos asumió como sus hijas en su casa y todo lo que eso envolvía. Nos llevaba al Mampato, nos llevaba a pasear, nos llevaba a los cumpleaños de amigos. Él cumplía ese rol porque estaba en el cotidiano. Así que sí, fue un súper papá. Pero cuando a uno le preguntan si tiene dos papás, creo que es injusto para el rol del Silvio porque esa es la gracia, que él no siendo nuestro papá de sangre nos amó a mí y a mi hermana como si fuéramos sus hijas. Creo que es injusto con él porque hay buenos padres, pero buenos padrastros no sé si tantos.
-¿Cómo es tu relación actual con él?
-Es buena, es compleja como son las relaciones cuando uno es grande, pero es divertida. A nosotras (sus hijastras) nos deja un espacio para opinar que no le deja al mundo en general
-¿Y la relación con tu padre, Joaquín Eyzaguirre, es buena?
-Mi relación es rara. Nos queremos mucho, no hay duda. Mi papá es intenso. Bueno, todos los Eyzaguirre somos intensos y cuando nos peleamos es peor, pero yo hace tiempo que no me peleo con él, porque también yo creo que uno va respetando los espacios. Ahora, mi papá es adulto y tiene sus espacios e intimidades y eso le pertenece a él. Trato de no mezclar cosas dolorosas, esas típicas mañitas que uno tiene familiarmente y que tú sabes que si te tocan, te va a doler...
-¿No hay rencor?
-Ahora me siento reconciliada e independiente. Las cosas ya no son como "mi papáááá" (lo dice actuando un llanto). Yo a él lo quiero desde el lugar en que yo lo puedo querer, me relaciono con él, hablamos todos los días y él llama para saber como está mi hija, la Elisa, y tenemos buena onda, pero no es de venir todos los días.
-¿Pero no le pasas la cuenta porque no vivió contigo cuando chica?
-No. No se la he pasado nunca. Quizás adolescente uno la pasa por cualquier cosa, por la vida. Pero se la voy a pasar, jajaja (broma) No. Yo tengo bonitos recuerdos de mi papá. Como la Javiera, mi hermana, era más grande, ella me cuidó harto. Ella quizás quedó más mal herida que yo. Tengo cosas dolorosas como todos en la vida, pero no tengo una mochila con mi papá. La Javi y mi mamá jugaron un rol increíble en ese sentido, porque mi mamá nunca me habló mal de él. A la Javi puede que le hayan llegado cosas dolorosas y lumazos, pero a mí no. Yo me acuerdo que mi papá nos llevaba al Burger In a pasear, cosas así.
-Tu papá dijo que había sido difícil filmarte en escenas de sexo en Casa de Remolienda. ¿Para ti también fue complejo?
-No, pa´ mí no. Para él fue heavy, porque aunque yo tuviera 20 hijos, mi papá seguiría pensando que soy vírgen y que no he dado un beso. Para él fue heavy, porque tuvo que verme como un adulto, como una persona independiente. Él anduvo súper pa’ dentro, medio cascarrabias, por lo doloroso que es aceptar que los hijos crecen.
-¿Te llevas bien con tu abuela, Delfina Guzmán?
-Ella es total. Porque ella es joven, no de güeona lola, sino que "es" joven. El sábado pasado vino a un almuerzo en el que ella trae todo, desde la aceituna hasta el postre, incluso los platos, y en la noche yo salí y la encontré en un restorán con amigas. Entonces uno dice "¿esta señora de dónde saca energías?" Terminamos sentadas en la misma mesa, cagadas de la risa. Es probable que trabajemos juntas en una obra que dirigiría Gonzalo Meza (hijo de Delfina Guzmán y de Gustavo Meza).
Francisca Eyzaguirre pololeó durante toda la enseñanza media con Mariano Fernández, el hombre que la acompañó a Europa cuando no quedó en teatro en la Universidad de Chile. Pero según sus propias palabras, al regreso, cuando ella entró a la escuela de Fernando González, se volvió "loca" (mucho carrete y vida bohemia) y terminaron. Durante cinco años no se vieron. Y entremedio él se casó. Ella seguía "loca". "Probé todo lo que se me puso por delante, viviendo el mundo que vai descubriendo. En el mundo del teatro pasan muchas cosas misteriosas.
-¿Muy polola?
-Pinchona más bien, de conocer gente, muy adolescente, de todo a flor de piel. Todo pasando ahí. Pero ya... suficiente... uno dice "ya, gracias". O sea, yo me acuerdo un poco de mí en ese momento y me da un poco de pudor.
El punto es que la historia con Mariano (hoy periodista) continuó cinco años después. "Nos volvimos a encontrar y lo vi y me enamoré de nuevo. Me enamoré en mala y fue de esas cosas como físicas, pasión heavy, tiritaba al verlo de hecho.Estuvimos como un mes pinchando y como a los tres meses nos fuimos a vivir juntos y al final, el año pasado, nos casamos".
-Tu vida no está marcada de éxitos ni de cuentos de hadas, claramente.
-He tenido varios portazos. Soy súper agradecida de esas cosas, de que no me haya salido fácil, mi vida sería distinta. Me ha servido para valorar lo que tengo y para ver dónde voy.
-¿Y para dónde vas?
-Voy a tratar de ser la mejor actriz que pueda. A tratar de conocer todos los formatos, tener una familia, que mi hija sea más feliz que todas las hijas del mundo. Eso nada más. Si me resulta la raja, y si no, por lo menos lo intenté.
Francisca Eyzaguirre dice que se volvió muy "loca" cuando empezó a estudiar teatro. En medio de la locura dejó a su histórico pololo. Pero cinco años más tarde el destino los volvió a juntar.
La Tercera
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